Entrevista a José María O’Kean, Catedrático de Economía y analista de actualidad económica

Entrevista a José María O’Kean, Catedrático de Economía y analista de actualidad económica

“En la actualidad, los consumidores no quieren tener cosas sino sentir cosas. Y esto, sin transformación digital, es imposible hacerlo”

Doctor en Economía por la Universidad de Sevilla, Executive Master en e-business por el Instituto de Empresa, es catedrático de Economía de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla desde 1997, donde imparte cursos de Macroeconomía, Economía Digital y Pensamiento Económico. Es también profesor asociado de Entorno Económico y Análisis de Países en el IE Business School. Ha sido nominado en varias ocasiones al premio al mejor profesor en distintos programas y ha alcanzado esta distinción en nueve ocasiones.

Sus intereses por la investigación se centran en el análisis de la competitividad empresarial y la creación de valor, el entorno macroeconómico y los cambios sociales, el estudio del contenido de la función empresarial y el impacto económico de las TICs y la economía digital.

Ha colaborado con diversas empresas e instituciones, como Microsoft, IBM, Inditex o Mercadona, en proyectos de investigación, seminarios, conferencias y programas para directivos.

Participa como analista económico en diferentes medios de comunicación e imparte numerosas conferencias sobre la coyuntura económica nacional y global, así como sobre los modelos de creación de valor en el espacio digital. Es autor de libros como: «Empresarios y Entorno Económico», «Gestión Pública Estratégica», «Economía para Negocios» o «La Teoría Económica de la Función Empresarial”, «España Competitiva» o «Las 10 cuestiones claves para entender la Economía». 

En España, la mayoría del tejido empresarial son pymes. Y, según los datos, menos del 20% de estas empresas están totalmente digitalizadas. ¿Qué retos plantea esto en cuanto a su competitividad?

La competitividad es un término muy genérico. Entendemos por empresa competitiva aquella que está en mercados en los que “gana”. En este sentido, puedes mejorar la competitividad por los tipos de cambio, porque los precios del país en el que estás son más pequeños que los del resto de países con los que se compite, porque los costes son más bajos o porque mejore la productividad. Si atendemos a la transformación digital, es cierto que puede reducir los costes de producción de las empresas y esto haría que mejorara su productividad. Eso sería lo que denominamos la industrial 4.0, un mundo que detecta nuevas variables y que hace la producción más eficiente.

Pero, lo que hace ahora mismo que mejore la competitividad, y la mejora sea sustancial, es el hecho de que aumente la productividad. Si sube la productividad es porque hago las cosas en menos horas o porque genero más valor. En la generación de valor es donde la transformación digital más afecta.

Debemos ser conscientes de que, en la actualidad, los consumidores no quieren tener cosas sino sentir cosas. Y, esto, sin transformación digital, es imposible hacerlo.

Todavía queda mucho camino por recorrer en la digitalización de las empresas españolas, pero estamos en ello. ¿Los cambios que están llevando a cabo las compañías las están ayudando de verdad en esa labor o todavía estamos perdidos?

Hay empresas que lo tienen claro. Pero, sobre todo en el caso de las pymes, oyen hablar de transformación digital, se les dice que hay que hacerla, pero, no saben muy bien cómo abordarla o qué deben hacer.

Piensan que todo gira entorno a tener una página web o vender en Internet, pero no van más allá en el cambio de mentalidad que supone.

Algunas han iniciado el camino, en muchos casos forzado (debido a la pandemia o a la situación de teletrabajo). En otros casos, las empresas están viendo que no venden o que producen sin márgenes, a lo que se suma este proceso de inflación que reduce los beneficios y que se las puede llevar por delante. Con este panorama, la transformación digital puede suponer una salida a esta situación.

Con el plan de digitalización de pymes se prevé llevar a cabo una inversión pública de fondos europeos de aproximadamente 5.000 millones de euros hasta 2023. El objetivo es acelerar la digitalización de un millón y medio de pequeñas y medianas empresas, de las cuales alrededor del 80% son autónomos y microempresas. ¿Es suficiente? ¿Cuáles son las principales dificultades para las empresas? 

El plan lo gestiona el Ministerio de Economía a través del programa Kit Digital. Lo que hace es ofrecer financiación para acometer una serie de acciones de transformación digital en la empresa. Son acciones secuenciales, en distintos módulos, y cada empresa puede abordar aquello en lo que entiende que debe avanzar más.

Es verdad que la transformación digital es una cuestión integral, pero hay que empezarla poco a poco. Y cada empresa puede comenzar por aquellas funcionalidades que entiende que son más importantes para su creación de valor. Hay quién se centra más en la página web, otros en ciberseguridad, en el teletrabajo, etc.

Pero, lo importante es tener una visión clara de lo que es la transformación digital y eso es lo que está costando más trabajo: entender qué es la transformación digital y cómo me puedo adaptar a ella en mi empresa. En este sentido, haría falta una buena consultoría al respecto. Pero, lo cierto es que los consultores son, muchas veces, tecnólogos que introducen una tecnología, la ponen en funcionamiento, pero no tienen la visión integral de esa empresa o de qué es lo que necesitaría realmente.

Lo cierto es que, previamente, debería haber alguien que diga cómo debería funcionar la empresa, cuál es el modelo de creación de valor, cómo estructurar la nueva cadena de back office y front office, el trato al cliente, etc. y, en consecuencia, qué tecnologías necesitaríamos para ello. En la mayoría de ocasiones lo hacemos al revés: primero instalamos la tecnología, sin tener claro cómo voy a crear valor o cuál es mi modelo de negocio.

La industria ha perdido muchísimo peso en nuestro PIB. Pasamos de casi un 19% en 2000 a no llega al 15% en 2020. Con el avance de la inflación, ¿deberíamos  replantearnos nuestro modelo productivo y apostar por “reindustrializar” el país, por la producción de materias primas, etc.? 

Lo que vamos a empezar a ver es una relocalización industrial. Nos hemos llevado parte de nuestra industria y de nuestras manufacturas a países donde la mano de obra era barata, en los que se podía contaminar, o donde los costes de instalación y producción eran baratos. Ahora, nos hemos dado cuenta de que la seguridad del suministro es fundamental en nuestro mundo. Por eso, vamos a empezar a traer esas industrias cerca. También en la medida en la que los costes de transporte han subido mucho, nos merece más la pena producir aquí. Por tanto, vamos a vivir ese proceso de relocalización.

Aunque, yo no creo que se vaya a producir en las industrias más tradicionales. Quizá lo hagamos en el caso de componentes tecnológicos, en los que somos muy   dependientes de los países asiáticos, o en alguna producción de materias primas que sean fáciles de obtener aquí.

A pesar del tope al gas y la bonificación al combustible de 20 céntimos por litro, los precios de la energía siguen disparados. ¿Qué más se puede hacer para frenar la crisis energética?

Mientras que siga la energía cara (y subiendo) poco se puede hacer. Esperemos que la guerra acabe pronto y se estabilicen los precios. El problema es que el precio del combustible y la energía ha afectado a todos los productos de la cesta de la compra. La gente va a ver que no les llega y que con los salarios actuales no tienen nada que hacer. Y, cuando llegue el mes diciembre, pedirá la subida de los salarios. Ahí es donde debemos hacer el pacto de rentas.

No podemos pensar que, si terminamos el año con una inflación del 7 o el 8%, los salarios van a subir en esa proporción. De ser así, al año siguiente acabaríamos con una inflación del 10%, y al siguiente del 12, y nos meteríamos en una situación imposible. Ante esto, hay dos caminos. Uno es acabar rápidamente con la inflación, originando una política monetaria muy restrictiva,      subiendo los tipos de interés y quitando dinero de la

economía. El Estado deja de gastar y sube los impuestos. Provocamos un parón en seco de la economía, el paro se nos va al 20%, el PIB empieza a disminuir (en lugar de crecer), y nos metemos en una recesión. En esta situación es muy difícil que los precios suban porque la gente no tiene con qué comprar. Es un ajuste más rápido, pero que tiene lo que en economía llamamos una tasa de sacrificio muy fuerte.

La otra opción es ver si en dos o tres años conseguimos bajar los precios poco a poco. En este escenario, los salario subirían todos los años, cada vez más moderadamente, hasta que al final estabilizaríamos la economía con una inflación al 2%. Es una tasa de sacrificio menos agresiva, pero que se alarga más en el tiempo.

Como decías, la gasolina o la luz no es lo único que ha tocado nuestros bolsillos en los últimos meses. La cesta de la compra también ha subido. El gasto familiar aumenta en un 30% y las familias pierden poder adquisitivo. Mencionabas el pacto de rentas, pero en esa negociación sobre el pacto, solo están patronal y sindicatos. ¿Cuáles son los retos?

Con la patronal y los sindicatos solo no vamos a conseguir nada. El Gobierno se tiene que implicar muchísimo más de lo que lo está haciendo. Y yo creo que va a fracasar en esto (o ya está fracasando), precisamente, porque no se involucra. Esa es la cuestión de fondo. Como explicaba, tenemos que llegar a un punto en el que entendamos que, si terminamos el año con una inflación del 8%, el año que viene los salarios, las pensiones, etc., no van a poder subir a ese nivel. De ser así, en 2023 terminaríamos con una inflación del 10%. Y nos habríamos metido ya en la espiral inflacionista.

Con el pacto de rentas tenemos que plantearnos un escenario más escalonado. Por ejemplo, el año que viene, aunque en este hayamos tenido una inflación del 8%, los salarios, los márgenes empresariales, la tarifa de transporte público, y, en definitiva, todo, solo puede subir un 4%. Y, al año siguiente, la subida sería del 2%. Pase lo que pase, esas deberían ser nuestras subidas de precios. De esta forma, sabríamos (e interiorizaríamos) que los precios van a subir un 4% y que no pueden subir un 7. En este caso, la gente decide que aquello que sube más no lo va a comprar. Ahora mismo, el problema es que tenemos la sensación de que los precio suben y da igual cuánto lo hagan porque nosotros seguimos comprando. Pero, nuestra capacidad adquisitiva no está subiendo al mismo nivel. Por eso, es previsible que después de verano, hacia septiembre u octubre, la economía tenga que afrontar esta pérdida de poder adquisitivo de las familias.

Los sindicatos piden que los salarios suban equiparándose al IPC y la patronal dice que eso es inasumible. ¿Hay un punto intermedio factible en el que se puedan encontrar las dos partes? 

No lo sé, la verdad. Los sindicatos, no están siendo muy proclives. Quieren subir un 3,5 o un 4%, pero que todas las subidas que estuvieran por encima se recuperaran en los años siguientes. Esto significaría que en esos años siempre tendríamos inflación.

El gobierno tampoco quiere limitar las pensiones y, por otro lado, quiere seguir gastando. Y me parece bien que también intente ayudar a las rentas más bajas, pero la economía se les está yendo de las manos y hay que parar la inflación.

En el debate que hubo en los años 70-80, cuando también hubo una inflación alta, ninguno de los países que quiso acabar con el paro y mantener el crecimiento económico pudo acabar con la inflación, por el contrario, tuvieron inflaciones disparatadas. Ahí se constató que primero hay que acabar con la inflación y luego con el paro.

El pacto de rentas lo que hace es intentar dulcificar este ajuste. Pero, el ajuste hay que hacerlo. El problema de España es que hemos vivido, prácticamente, con el mismo nivel de renta de 2008, y así llevamos 15 años. Y ahora que los precio han saltado, con los salarios que tenemos no nos da para comprar los bienes que comprábamos antes. Y a ver qué hacemos… Se presiona para subir los salarios, pero eso significaría que los precios también van a subir. Y así estamos.

En el primer trimestre del año el crecimiento de nuestra economía se ralentizó. Solo subimos un 0,2%, cuando lo previsto era el 0,3. Uno de los motivos principales es la caída del consumo. ¿Qué medidas habría que tomar para recuperar el consumo? 

Ahora mismo de crecimiento y de recuperar el consumo no se habla. Hablamos de acabar con los precios. Si pretendemos animar el consumo y que la economía crezca en este entorno de inflación, la inflación se nos va a cifras ya insospechadas. Ahora mismo hay que parar la economía. Por eso, todo el mundo habla de recesión. Una recesión que vamos a provocar porque en este escenario lo último que podemos hacer son políticas expansivas para que la economía se recupere. No podemos hacer eso porque nos meteríamos en un proceso de crisis de tres o cuatro años y hay que evitarlo. Pretender que la economía vuelva a crecer y que sea dinámica con los precios que tenemos es un disparate.

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